
“Máxima artista venezolana de todos los tiempos”.
Serie: Personajes Inolvidables.
Volumen 9.
Biografía.
Duración: 44:35 min.
“La temprana inclinación demostrada hacia la música por la caraqueña Teresa Carreño (1853-1917) se explica, aparte de las tendencias naturales de su íntimo ser espiritual, por una favorable ascendencia familiar. Nieta del compositor Cayetano Carreño e hija del músico y pedagogo Manuel Antonio Carreño, desde los tres años de edad Teresita reveló precozmente su vocación arrancando al piano sencillas y melodiosas notas. Habiendo comenzado desde muy tierna edad sus estudios musicales, a sus cinco años practicaba con los centenares de ejercicios preparados por su padre y se paseaba por las más variadas dificultades rítmicas y técnicas.
Cuando ya nada tenía que aprender en Caracas, se trasladó junto con su familia a Nueva York. No había cumplido todavía diez años cuando ofreció su primer concierto en el teatro Irving Hall de la gran metrópoli del norte, suscitando reacciones de asombro y admiración entre el público y la crítica. Este fue el punto de partida de una extensa trayectoria como concertista de primer orden que la llevó a recorrer el mundo. Ninguna otra mujer artista de su tiempo hizo algo parecido. Ciertamente, las innumerables presentaciones de Teresa Carreño ante los más exigentes públicos de América, Europa, Australia y Suráfrica, sentaron un precedente sobre la calidad de la interpretación musical femenina, y con toda justicia solía ser anunciada como “la bellísima mujer que tocaba el piano como pocos hombres eran capaces de hacerlo”.
En su rica y accidentada existencia hubo esposos e hijos, compañeros y amigos, admiradores y públicos, a los que amó entrañablemente, sin embargo, su primer y fundamental amor lo encarnó la música. A ella se entregó en cuerpo y alma, con pasión desbordada y generosa, obsequiando lo mejor de su ser, desde su niñez y juventud hasta los años postreros de su alba ancianidad. En recompensa a su dedicación, quedó consagrada como la más grande pianista de su época y la máxima artista venezolana de todos los tiempos”.
Jon Aizpúrua.
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Cuando ya nada tenía que aprender en Caracas, se trasladó junto con su familia a Nueva York. No había cumplido todavía diez años cuando ofreció su primer concierto en el teatro Irving Hall de la gran metrópoli del norte, suscitando reacciones de asombro y admiración entre el público y la crítica. Este fue el punto de partida de una extensa trayectoria como concertista de primer orden que la llevó a recorrer el mundo. Ninguna otra mujer artista de su tiempo hizo algo parecido. Ciertamente, las innumerables presentaciones de Teresa Carreño ante los más exigentes públicos de América, Europa, Australia y Suráfrica, sentaron un precedente sobre la calidad de la interpretación musical femenina, y con toda justicia solía ser anunciada como “la bellísima mujer que tocaba el piano como pocos hombres eran capaces de hacerlo”.
En su rica y accidentada existencia hubo esposos e hijos, compañeros y amigos, admiradores y públicos, a los que amó entrañablemente, sin embargo, su primer y fundamental amor lo encarnó la música. A ella se entregó en cuerpo y alma, con pasión desbordada y generosa, obsequiando lo mejor de su ser, desde su niñez y juventud hasta los años postreros de su alba ancianidad. En recompensa a su dedicación, quedó consagrada como la más grande pianista de su época y la máxima artista venezolana de todos los tiempos”.
Jon Aizpúrua.